El ritmo de la ciudad 

Durante unos años viví en el centro de Madrid y recuerdo esa época con cariño… pero no lo volvería a repetir. Esta ciudad es un no parar los siete días de la semana y si buscas tranquilidad difícilmente la vas a tener si vives en el centro. Madrid tiene en realidad muchos ‘centros’ porque es muy grande. Pero aproximadamente entre Cuatro Caminos y Lavapiés, todo es un gran ‘centro’. Allá donde vivas tendrás movimiento.

Con el cambio de residencia hacia un barrio del extrarradio, mi vinculación con el centro se ha ido dilatando. Y con la llegada de la pandemia todavía pisé menos esas zonas. Así que ahora agradezco, de vez en cuando, volver a ver la multitud de gente que se mueve por el centro. El otro día bajé a ver un concierto y paseé desde Quevedo hasta la Gran Vía por la calle Fuencarral y aluciné. Nunca había visto tanta gente en las mesas y sillas terraza bar de la calle.

Era viernes noche, a eso de las 9, y fue un placer comprobar que la ciudad había recuperado su ritmo. En la parte ancha de Fuencarral, entre Quevedo y Bilbao, las terrazas eran una locura, no cabía ni un alma. Y lo bueno es que era gente de todo tipo: desde grupos de chicos jóvenes con sus cañas preparativas para calentar la noche, hasta señoras mayores tomándose cafés y disfrutando a la fresca. Porque así es Madrid, una ciudad para todos los gustos y para todo tipo de gente.

Ya llegando a la Gran Vía, el panorama cambió un poco. El tráfico sigue siendo terrible en algunas zonas, eso no cambia. Y las mesas y sillas terraza bar de la calle Montera siguen también a pleno rendimiento, con guiris tomando “paellas” a un paso de la boca del metro de Gran Vía. Pero supongo que es como en cualquier otra gran ciudad. 

De cualquier forma, fue un placer volver a palpar el ritmo de la ciudad, que Madrid es la de siempre, la de antes, para lo malo, pero sobre todo para lo bueno, una ciudad siempre en movimiento que te activa con su inagotable energía.