En invierno, escapadas gastronómicas

El invierno es una estación del año que invita a la buena mesa. Hacen falta platos contundentes para combatir el frío. Pero, además, apetece pasar tiempo en el interior de casa o en locales muy bien acondicionados y prolongar la sobremesa. Por eso, mientras que en verano la gente quiere estar al aire libre y disfrutar de playas y campos, en invierno triunfan las escapadas gastronómicas para conocer la cocina típica de los diferentes lugares tanto de nuestro país como del resto del mundo.

El perfil de viajeros que eligen escapadas gastronómicas ha cambiado en los últimos años. Hasta hace poco eran matrimonios de edad avanzada o madura que realizaban viajes que incluían reservas en excelentes restaurantes para disfrutar de platos típicos de la zona. Incluso había personas de alto nivel adquisitivo que viajaban solo para poder visitar los mejores restaurantes del mundo realizando reservas hasta con meses o años de antelación.

Hoy, parejas más jóvenes e incluso grupos se han unido a esta moda y disfrutan de escapadas gastronómicas en las que descubren locales en los que se puede comer un plato típico muy bien cocinado y a un precio excelente. Es gente que conoce bien las redes sociales y que sabe dónde buscar para descubrir estos pequeños tesoros escondidos de la gastronomía que les ofrecen el mejor equilibrio entre sabor, autenticidad y un precio muy competitivo.

Este tipo de viajes se combinan con visitas a lugares muy relacionados con la comida o la bebida. Reciben las bodegas rias baixas visitas todos los días de grupos que quieren ver los viñedos, las barricas en las que el vino reposa y, como no, disfrutar de una cata de los mejores caldos. Estas visitas cuentan con una gran demanda y familias enteras las realizan. En el caso de ir con niños, no hay problema, se les sirve un refrescante mosto para que puedan participar de todo y sentirse parte de la experiencia.

Incluso hay bodegas de diferentes vinos en España que han aprovechado esta moda para levantar en sus tierras hoteles o incluso aprovechar viejos edificios señoriales de sus instalaciones para reformarlos y dar alojamiento a visitantes. Estas personas pueden gozar de una experiencia integral e inmersiva, pudiendo pasear por entre los viñedos, disfrutar de las catas o de otros talleres relacionados con el vino y degustar en el restaurante, platos típicos de la zona regados por los caldos de la bodega propia.