Galimatías lácteo

Si tuviéramos una máquina del tiempo y pudiésemos recorrer un pasillo de un supermercado de hace 30 años, alucinaríamos. La variedad de productos sería muy inferior y casi no encontraríamos marcas blancas. Vayamos, por ejemplo, al pasillo de la leche. ¿Dónde está la leche de soja o de almendra? ¿Y la de pastoreo? ¿Por qué no puedo encontrar leche sin lactosa? ¡Cómo cambian los tiempos!

La leche sin lactosa es un producto que ha aterrizado con éxito en el mercado lácteo. Y lo ha hecho porque es un alimento necesario para muchas personas que tienen intolerancia a la lactosa. Pero la denominación de este producto es inexacta. La leche sin lactosa sigue llevando lactosa, pero descompuesta de forma que es más fácilmente digerible. Entonces, como se hace la leche sin lactosa.

Puede parecer un galimatías lácteo pero así es la industria alimentaria. Para un consumidor el asunto es muy sencillo. ¿Cómo hacemos para que un intolerante a la lactosa pueda consumir leche? Quitándole la lactosa. Voilà: ya tenemos leche sin lactosa. Pero la realidad es bien distinta. Para que la leche sea más digerible, se debe añadir una enzima encargada de descomponer la lactosa. ¿Y cómo se llama esa enzima? Lactasa.

Así es que la denominada leche sin lactosa, tiene lactosa y lactasa. Pero las empresas del sector deben tener muy en cuenta cuestiones de marketing para vender sus productos. Y un cartón de leche que pone “leche con lactosa descompuesta por la presencia de lactasa” no parece muy vendible. Así las cosas, prefieren llamarlo leche sin lactosa: así nos entendemos todos aunque sea erróneo. 

Si alguna vez te has preguntado como se hace la leche sin lactosa ya tienes una respuesta aproximada. Otra pregunta que cabría hacerse es si la leche sin lactosa es apta y recomendable para los no intolerantes. Según los diferentes estudios a los que hemos podido acceder, no hay nada que indique que un no intolerante no pueda beber esa leche, pero tampoco hay ningún dato concluyente que certifique que es más saludable. ¿Un lío? Sin duda, comprar en el súper hace 30 años era más fácil… pero también más aburrido.